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sábado, 29 de octubre de 2011

La evidencia científica a favor de Dios



LA CIENCIA DESCUBRE A Dios
 
Hay muchos datos científicos que señalan la necesidad de algún tipo de intelecto perspicaz que planease el universo que nos rodea. Es posible que algunos piensen que con ello nos estamos adentrando en la ciencia histórica, que no es tan objetiva como la ciencia empírica, pero no es así. La mayor parte de esos datos, como las fuerzas de la física y la compleja bioquímica, provienen del tipo de ciencia basado en la observación, en los experimentos y cuyos estudios son repetibles. Aquí contamos con la gran ventaja de tratar con hechos, no con especulaciones. Ya hemos presentado gran parte de esta evidencia, y no la repetiremos aquí salvo para recapitular algunas de las cosas más destacadas.

 
1. ¿Por qué iba a organizarse la materia por sí misma con leyes que permiten la interacción de las partículas subatómicas, como los
quarks, los neutrones y los protones, dentro de parámetros muy precisos que facilitan la formación de al menos cien tipos de elementos? Estos versátiles elementos tienen la capacidad de combinarse entre sí de formas extraordinarias, dando así lugar a la materia del universo y a las moléculas y los cambios químicos necesarios para la vida, y pueden proporcionar luz para que podamos ver.

No sería preciso que existiese la materia, y desde luego, para que exista, no se precisan leyes tan elaboradas que la controlen. Podría ser, simplemente, un conglomerado amorfo de mugre caótica. Las leyes y la ordenación de la materia, tal como se ven en los átomos y sus partes, sugieren que fueron ideadas para un universo cargado de intencionalidad. Por ejemplo, la masa de un protón tiene que tener una precisión de una parte entre mil para que existan los elementos que forman el universo.


2. Desde luego, el campo de acción y los valores sumamente precisos de las constantes de las cuatro fuerzas básicas de la física no podrían haberse producido por casualidad, aunque algunos científicos intentan sugerir precisamente eso. Sin esas características exactas, no habría un universo habitable. Si el valor de la fuerza electromagnética o de la gravedad variase únicamente en un valor minúsculo, sería catastrófico para el Sol. El Sol lleva muchísimo tiempo dándonos la cantidad justa de luz y calor. No solo estamos a la debida distancia de él, sino que si las fuerzas básicas de la física cambiasen aunque fuese ligeramente, el Sol y el resto del universo se colapsarían en un instante. Además, la posición preferida del carbono, elemento de suma importancia que hace posible que haya vida, en el patrón de formación de los elementos, tiene toda la pinta de formar parte de un diseño intencional que posibilita la existencia de la vida.


3. El origen de la vida es el problema más desconcertante que afronta la evolución orgánica. La ciencia ha sido incapaz de presentar un escenario plausible de cómo la vida podría haber surgido por sí misma. Las diversas especulaciones ofrecidas no explican la formación de la multitud de las moléculas proteínicas especiales necesarias, el origen de la compleja información del ADN, las maravillas de los ribosomas, las elaboradas rutas metabólicas, los sistemas de verificación y corrección ni la existencia o el origen del código genético. El problema se agrava aún más cuando estudiamos las demás partes de una célula normal. Y, para que haya vida, todo lo anterior tiene que poder reproducirse para hacer más organismos similares. ¿Cómo podría todo ello darse por sí solo? Desde luego, parece que tiene
que haber estado implicado algún tipo de diseñador sumamente inteligente.


4. Cuando llegamos a los organismos avanzados, se acumulan más problemas para la interpretación mecanicista. Sencillamente, un cerebro humano medio cuenta con cien mil millones de células nerviosas conectadas mediante cuatrocientos mil kilómetros de fibras nerviosas, lo que supone cien billones de conexiones. Como ocurre en el caso de los circuitos integrados de un ordenador, es preciso contar con las conexiones oportunas para que las cosas funcionen como es debido. Cuando estudiamos el ojo avanzado, no da la impresión de que haya podido evolucionar. El ojo está dotado de muchos sistemas complejos, como la bioquímica fotosensible integrada y la retina, así como características de exposición y enfoque automáticos, que consisten en muchos componentes que no funcionarían ni tendrían valor evolutivo de supervivencia hasta que todas las partes estuvieran presentes. La visión cromática es otro ejemplo de complejidad irreducible, porque la capacidad de separar diversos colores en la retina no contribuiría a la producción de una visión cromática sin un mecanismo cerebral que analizase los diferentes colores. Es preciso que estén presentes receptores y analizadores específicos, amén de que funcionen debidamente, para producir un sistema con valor inherente de supervivencia.

 
5. Aunque el tiempo es un factor importante para potenciar la probabilidad de acontecimientos evolutivos improbables, resulta que, cuando se los evalúa cuantitativamente, los eones propuestos para la edad de la Tierra y del universo son del todo inadecuados. Los cálculos indican que a todos los océanos de la Tierra les llevaría una media de  1023 años producir una simple molécula proteínica a partir de aminoácidos preexistentes. De ahí que la edad de cinco mil millones de años para la Tierra resulte al menos diez billones de veces más breve de la cuenta. Además, aun la forma de vida más simple que conocemos requeriría por los menos cientos de tipos distintos de moléculas proteínicas.
El ADN es mucho más complejo que las proteínas. Además, se necesitan grasas (lípidos), hidratos de carbono, etcétera.

 
6. Parece que durante las primeras cinco sextas partes del tiempo evolutivo hubo poca evolución. Luego, cuando se examina el registro fósil, resulta que la mayoría de los filos animales aparecen repentinamente en una explosión cámbrica que dura menos del 2% de todo el tiempo evolutivo. El habitual surgimiento súbito de la mayoría de los grupos botánicos y zoológicos no sugiere que la evolución ocurriese tan siquiera. Si la evolución se hubiese dado realmente, cabría esperar una continuidad ininterrumpida de formas intermedias fósiles de todo tipo, y de formas diversas, intentando evolucionar, pero los evolucionistas sugieren únicamente algunos ejemplos de organismos que, normalmente, están estrechamente relacionados. Las tasas de reproducción de los organismos avanzados con sumamente lentas para que se haya dado la evolución. Tales dificultades demandan la existencia de un Creador.

 
7. Algunos aspectos de nuestra mente apuntan a una realidad que está por encima de los confines mecanicistas normales de la ciencia. A la ciencia no le ha ido bien en esos temas, lo que indica que tales aspectos actúan mucho más allá del simple sistema de causa y efecto de la ciencia. Tales factores denotan un Dios trascendente para explicarlos. Uno de esos misterios es nuestra consciencia, la sensación y la conciencia de la propia existencia. No parece que la materia tenga esta característica. Otro es nuestra capacidad de elección, el libre albedrío. Si es libre de verdad, como coincidimos la mayoría, está más allá del binomio causa-efecto de la ciencia. Considérese también nuestro sentido del bien y el mal, reflejado a veces en nuestro reconocimiento de la justicia y la injusticia. Nos parecen mal la injusticia y el maltrato de los débiles y los pobres, algo que contrasta vivamente con el concepto evolutivo de competencia y de supervivencia, principalmente, del más apto. Como seres humanos, tenemos ideales que están por encima de tan despiadado comportamiento. Por otra parte, si de verdad evolucionamos, sin más, el comportamiento y los deseos egocéntricos serían precisamente lo que habría sobrevivido. ¿De dónde provienen todas las características más elevadas de nuestra mente? Parece haber significación y bondad en la humanidad por encima de lo que la ciencia ha encontrado y ofrece, pero la evolución no explica tal cosa.
O hay un Dios que diseñó la naturaleza o no lo hay. Cuando se estudian los datos concretos presentados más arriba, que van de la precisión de las fuerzas de la materia y la complejidad de la vida (en especial las maravillas de nuestro cerebro y nuestra mente), hay que reconocer la abundancia de pruebas significativas que son sumamente difíciles de explicar si no se cree en un Dios.
Los datos científicos imponen el concepto de un Diseñador.

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